Desde el Colegio Profesional de Trabajo Social de Málaga, en representación de las personas profesionales del Trabajo Social de nuestra provincia, y desde las entidades sociales que forman parte de la Agrupación de Personas Sin Hogar de Málaga (*), en nombre del tejido social de la ciudad de Málaga, queremos manifestar nuestra más firme condena y repulsa a la terrible agresión que ha sufrido una persona sin hogar en los Jardines de Picasso de la capital y que ha supuesto su fallecimiento en el día de ayer.
Esperamos que se pueda llegar a determinar las causas de esta agresión y si tiene alguna relación con una manifestación de aporofobia u odio hacia las personas pobres, o se ha debido a otros motivos.
Independientemente de las causas y circunstancias que concurran, el hecho de vivir en la calle es un factor de riesgo importante por la desprotección que las personas tienen ante cualquier dificultad o situación de peligro.
Las personas sin hogar sufren una de las situaciones más extremas de exclusión social y, de hecho, no son infrecuentes episodios de discriminación y violencia. Como personas voluntarias, profesionales e instituciones, cuya razón de ser es la mejora de la calidad de vida de las personas, y la consecución de una sociedad cada vez más justa, basada en una perspectiva de derechos, nos preocupa seriamente que se produzca cualquier tipo de agresión a personas sin hogar, y que muchas de ellas estén relacionadas con la aporofobia. Queremos mostrar nuestra inquietud por el aumento que percibimos de mensajes de odio hacia quienes son diferentes, a quienes tienen que abandonar sus países huyendo de la guerra o la pobreza, o a quienes, por uno u otro motivo, viven en situaciones de pobreza y de exclusión social.
La aporofobia, el odio a las personas pobres, es uno de los males de nuestra sociedad, culpabilizando en muchas ocasiones a quienes se ven afectados por procesos de pobreza y exclusión social. Recordamos que la aporofobia se ha incluido como agravante en el código penal desde el pasado mes de junio.
Hoy sentimos vergüenza de vivir en una sociedad incapaz de reducir los altos niveles de exclusión social, vergüenza de vivir en una sociedad incapaz de poner freno a estas situaciones de violencia.
Ciertamente, a pesar de todos los esfuerzos que se hacen en la atención a personas sin hogar, somos conscientes de que son necesarios más recursos por parte de las Administraciones Públicas, y especialmente cambios en las políticas de vivienda, de empleo, etc., que pongan a la persona en el centro, y cuyos objetivos no sean el beneficio económico sino garantizar que todas las personas puedan disponer de una vivienda o un empleo digno. Pero también es necesario que cada persona, cada una de nosotras y nosotros, en el ámbito familiar, social, laboral, etc., pongamos freno a quienes promueven mensajes de odio.
Y, por supuesto, esperamos que quienes hayan sido responsables de esta terrible agresión respondan ante la justicia.
¡Nadie debe vivir en la calle, nadie debe morir en la calle!